La Patagonia –un lugar sin fronteras definidas, que se extiende a través de Chile y Argentina– está conformada por extraños paisajes, enormes sierras montañosas y vastas llanuras. Aquí la vida ha desarrollado asombrosas maneras de sostenerse y de florecer, bien sean los cóndores que comandan los fuertes vientos naturales o bien los pequeños patos que suelen lanzarse a las aguas del deshielo glacial poco después de la eclosión. También los humanos han aprendido a interactuar con este ambiente de maneras interesantes. Entre otros tenemos a los gauchos –los vaqueros de la Patagonia–, quienes dependen de una estrecha relación con sus caballos para preservar su subsistencia. Por otro lado también están los buceadores cazadores de vieiras, quienes se sumergen junto con las ballenas francas australes en busca de su preciado producto.
¿HAY GAUCHOS EN CHILE?
La Patagonia es una sola tierra, una Patagonia Total; un lugar donde las fronteras se borran y la cultura local pasa sobre las barreras dibujadas en los mapas. Los gauchos son gente muy especial de esa tierra; capaces de soportar el duro clima junto a sus perros y sus caballos. En general, son desconocidos por su locuacidad, pero conocidos por su valor y lealtad. En definitiva, son nómadas gustosos de la soledad que Patagonia les ofrece.
Atravesando la pampa argentina, desde Buenos Aires hasta Ushuaia, es muy fácil divisarlos a lo lejos, cuidando del ganado, sean ovejas o caballos, entre los guanacos y ñandúes salvajes, atentos ante la posible llegada del temido cazador, el puma del cono sur. En la propia región de Magallanes, renombrada como "far away", lejos, muy lejos, tal vez el propio fin del mundo, también encontrarás gauchos mientras se disfruta del extraordinario sentimiento de aislamiento unido a un sentido de la hospitalidad difícil de creer en semejantes circunstancias. Y así es el gaucho: solitario pero amable. Tímido.
Los cuatro elementos de la vida son fundamentales para entender la cosmovisión mapuche, uno de los pueblos originarios de estas tierras del sur. El aire, uno de ellos simboliza la fuerza que empuja a la existencia, aunque hay vientos buenos y los hay malos.
Meulén en mapuche significa “remolino de viento”, y en su mitología corresponde a una personificación del torbellino como un espíritu travieso. Algunos lo consideran dañino y gozador, ya que cuando está enojado puede ocasionar desastres y darle un sacudón a cualquier persona o cosa que se atraviese en su camino. Se lo asocia con las fuerzas del mal y se piensa que trae desgracias y enfermedades.
Otros, en cambio, consideran que es benéfico y que sus diabluras son parte de su naturaleza. Levantando polvo, ramas y hojas, y agitando las aguas de ríos y lagos, continúa su camino azaroso sin víctimas premeditadas, refunfuñando o bien riendo a carcajadas al ver las consecuencias de su broma.
Esa carcajada es lo que conocemos como "el ruido del viento".